La peculiar historia de la incorporación de la arquitectura española a la modernidad, con todo lo que esta palabra significa en nuestro ámbito, merece ser estudiada con detenimiento; siquiera por dos motivos fundamentales: en primer término, porque no ha sido aún suficientemente esclarecida, debido a un conjunto de razones entre las que se incluyen cierto desinterés histórico por esta tarea, su relativa dificultad, y la aparente falta de proyección exterior de sus eventuales figuras y episodios destacables; y, en segundo lugar, porque sin duda hay que referirse a ella para entender el inmediato advenimiento del período de feliz reconocimiento y celebración internacional de su frescura, creatividad y pujanza, período en el que todavía parecemos encontrarnos inmersos.